Sunday, February 12, 2017

Raymundo Gameros

Raymundo Gameros, tu padre, murió el jueves  nueve de mayo de mil novecientos veintinueve. Estábamos solos en la casa. Yo le había dicho a la Esther que se retirara temprano, porque vino a verla Filemón con sus dos niñas desde Madera, para el día de la madre; y yo sé muy bien lo que se siente extrañar  a los hijos.  No importa cuanto negocio tengas que hacer, una anda igual que un ánima todo el día, con la mirada ausente y triste, como mula de arado. Así que le dije que se fuera desde el mediodía, que no quería volver a verla hasta el lunes; al cabo que para atender a tu papá, yo me las podía averiguar sola, sin ayuda de nadie, como al principio.

Cuenta la Esther, que Filemón se acomodó bien. Después que se apaciguó el alboroto de la revolución, se fue con uno de los hermanos de Emilio, que en paz descanse, a trabajar de peón a un rancho, allá en Madera, y ya ves que Filemón siempre fue bueno trabajar, se ha de haber granjeado al ganadero matándose como bestia de sol a sol. Bueno, pues resulta que ya hasta lo hicieron capataz; y si debe ser cierto hijo, porque a las chamacas las trae muy de pipa y guante, y no se diga el, que anda  de tejana y oliendo a colonia, y mira que no es mal parecido.

Pero así nomás tantito que se me ponga presumida la Esther, yo le empiezo a hablar de ti, porque me habrán de perdonar, pero ¿a cuántos abogados conoces que hayan salido de este maldito rincón olvidado del mundo? Ninguno, nomás tu mijo. No me arrepiento de haberte alejado de mí. Siempre supe que tenías cabeza para algo más que andar arreando becerros y pizcando manzanas. Si te hubieras quedado aquí, no habrías sobrevivido las barbajanadas de tu padre, o tantito peor, ya serías igual que él. Por eso, creo que hice bien en mandarte a Ciudad Juárez con mi tía Licha. Ya te veo muy guapo, de traje y toda la cosa, atendiendo asuntos importantes allá en la frontera.  Segurito que has de traer a más de tres pisando nubes, hasta parece que las oigo murmurando cosas de muchachas a tu paso.

Raymundo nunca fue buen mozo. Más bien, tenía ese gesto de formalidad que cargan los mancebos que maduran antes de tiempo, con la mirada áspera de tanto contemplar la injusticia. Con tu papá me sentía segura, eso sí, pero nunca, por más que le esculcaba en los ojos, pude ver en ellos asomarse, ni un poquito de cariño. Nomás ese diablo bronco que a veces se les mete a los hombres, y que luego se sosiega, apenas si se bajan de una. Yo tampoco lo quería, pero fui aprendiendo a respetarlo con el paso del tiempo. Luego naciste tú, y fue como una bocanada de aire fresco en la canícula. Funcionábamos bien como familia, a pesar que entre los dos, nunca abundaron las palabras. A lo mejor, hasta te has de acordar de aquellos días. Cuando empezaste a caminar, a diario te tomaba de la mano y se iban paso a pasito hasta la plaza, donde te sentaba en sus piernas, hasta que empezaba a oscurecer. Más tarde, tu papá, lleno de orgullo, me contaba cómo se acercaban las gentes para hacerte cariños en la plaza, ¿y cómo no? Si yo te traía todo el tiempo bien catrín.

Esos fueron los años buenos hijo. Una mañana, me acuerdo que ya estaban encima las fiestas de San Isidro, se me apareció Raymundo con una muchacha. Tenía el pelo cenizo, unas ojeras de mapache y el pellejo pálido como la luna. Según me dijo tu papá, había llegado de Creel buscando trabajo entre las casas de Guerrero; y como ya tenía rato moliéndolo para que me consiguiera ayuda, pues ahí estaba. Yo hubiera preferido una señora más maciza y más curtida en los quehaceres, y no esa niña toda menudita y entelerida; pero luego que se me quedara viendo, con esos ojos que brillaban de tristeza no me pude negar. Resultó que la Azucena salió rebuena pa’l negocio. Lo mismo limpiaba que cocinaba que planchaba ropa. En un ratito tatemaba chiles, me regaba las hierbas y barría el patio. De eso no me quejo, si algo bueno se podía decir de la chamaca, era eso.

Un domingo nos fuimos a la misa nomás tu y yo. Raymundo dijo que se sentía mal y quería evitarse la resolana del mediodía. A medio camino, se te atravesó un peñasco y fuiste a dar de lleno en el agua de un charco.  Me puse verde del coraje, porque nos tuvimos que regresar a cambiarte la ropa, no iba a dejar que las viejas mitoteras te agarraran de su comidilla en plena misa. Ahí te vamos para atrás, y yo echando más padres y madres por  todo el camino.  Cuando llegamos, se me figuró oír unas risas desde el fondo del pasillo, parecía la risa de tu padre, y mira que te puedo contar con los dedos de la mano, las veces que lo escuche reír. Entonces me ganó la curiosidad, quería saber la razón detrás de aquel milagro. No sabes la tamaña desilusión que me llevé, al descubrir la raíz de aquella algarabía. Allí estaba tu padre, revolcándose con la Azucena entre las sábanas. Cerré la puerta de un azoté, para que no vieras tan repugnante cuadro. Cuando regresé para reclamarle a Raymundo, ya se había escapado por la ventana; regresó a la casa después de algunos días. En cuanto a la piruja de la Azucena, me encargué de que no la volviera a ver nunca más.

Raymundo jamás volvió a ser el mismo. Después de aquel día, agarró el vicio de la botella poco a poco, hasta que no hubo día en que no probara alcohol. Con el vicio, llegaron los maltratos.  Yo creí que de alguna manera, se quería desquitar por la ausencia de la Azucena, cómo si la que estuviera mal era yo, por no consecuentarle su vileza, y no él por andar de viejo verde.  Créeme que lo habría soportado todo mijo, todo lo que se le ocurriera hacerle a mi persona, pero cuando la empezó a agarrar contigo, entonces si me conoció. ¿Te acuerdas de aquella cicatriz, como zarpazo de tigre que llevaba en el cachete? Esas fueron mis uñas, luego que el desgraciado te volteó la cara de un cobarde manotazo. Una cosa es irle a la mano a los hijos, y otra muy distinta, desquitarse la borrachera hasta matarlos. Por eso te mandé a Juárez, a pesar de la negativa de él, me las arreglé para que te fueras.

Con el tiempo me fue dejando en paz,  todo mundo sabía que tenía otras mujeres; a mí no me importaba, mientras no me las restregara en la frente. El rancho seguía prosperando y el dinero le alcanzaba para las repetidas borracheras, que les patrocinaba a la bola de lambiscones que se decían sus amigos. Para la hora que Raymundo recalaba ya estaba amaneciendo, y ya andaba yo en pie; y las raras veces que llegaba temprano, hacía como que dormía y él me seguía el juego. Así se nos fueron los años de tu ausencia, procurando llevar la fiesta en paz, haciéndonos de la vista gorda.

A principios del veintinueve vino a visitarnos Pilar, mi prima; engreída, como la mayoría de las gentes que vienen de la capital, haciendo la caravana con esos aires de mucho mundo. La verdad que tuve en poca consideración todos sus desplantes, nada más porque me trajo este retrato tuyo que tengo junto a la cabecera. La Pilar se había quedado viuda de un gringo adinerado, ella debía tener treinta y pico de años, y desde entonces, se dedicó a lo que sabía hacer mejor: gastarse el dinero de su marido. A tu papá siempre le había caído bien, ha de ser porque a ella también se le daba la copa sin mucho esfuerzo. Una noche, me desperté en la madrugada, estaba yo muy inquieta, haciéndome remolino entre las cobijas.  Me levante y caminé a la cocina por un poco de agua para mis pastillas de los nervios. Conforme me iba acercado a la cocina, más fuerte me pareció escuchar unos ruidos. No se apercibieron de mi presencia de tan ocupados que estaban los infelices. No dije nada, regresé al cuarto y me tragué las pastillas con mi propia saliva, no quería que ellos supieran que los había visto. A los días puse a mi prima en su lugar, para que tu padre no la volviera a ver jamás.

Unos meses después, sucedió lo de Raymundo. Andaba de buenas y me pidió que le hiciera un caldo de res, con una salsa de chiles tatemados. Ahí me tienes toda la tarde pelando papas y despellejando los chilacas para que comiera a gusto el hombre, hasta unas tortillas me puse a palotear. Serví la mesa pasaditas las tres de la tarde. El caldo estaba todavía hirviendo, como a él le gustaba. Apenas se mal sentó cuando ya se lo estaba engullendo, echando más maldiciones que un loco de tanto quemarse, pero sin dejar de tragar.  Después que terminó con el caldo, se apuró unos sorbos de limonada para quitarse lo enchilado, y luego empezó a toser. La cara se le puso colorada y los ojos vidriosos entre que tosía y carraspeaba. Luego se agarró del cuello con las manos, mientras sacaba la lengua y trataba de jalar aire; hasta que dejó caer la cabeza en el mismo plato del que había comido. Esa misma noche lo velamos y le dimos sepultura al día siguiente. Ninguno de sus compañeros de farra tuvo la decencia de acompañarlo, y yo creo que era mejor así. Supongo que para cuando te llegó la noticia ya lo habíamos enterrado.

Te has de preguntar porque te estoy dando santo y seña a estas alturas. Estas cosas no se las he contado ni la misma Esther, y mira que sea ganado a pulso mi confianza. Tengo que soltar esta ponzoña que llevo dentro y me ha estado consumiendo a lo largo de los años. Hace unos meses que empecé a escupir sangre, luego me vino esta pesadez, junto con la insoportable opresión en el pecho, acompañada de una espantosa tos de perro. Ahora cada vez que me llevo el pañuelo a la boca, le dejo un poco de sangre; y ya no quiero seguir así. Esta noche voy a tomarme algunas píldoras de más, y luego un té de las siete flores. Pienso agregarle un poco de ese veneno para  ratas, del que me prepararon en la Botica Central, la última vez que fui a Chihuahua. Del mismo que le puse a Raymundo en el caldo de res. Con un poco de suerte y no siento nada.

Me habrás de perdonar que te meta en el enredo, pero quiero pedirte un favor. Dile a tu tía Francisca, que los restos de la Pilar están enseguida del limonero, del lado donde se mete el sol. Es importante que le aclares bien esto último, no la vaya a confundir con la Azucena, que está del otro lado.

Tuesday, October 04, 2016

Haikus



Haikus...

Thursday, September 29, 2016

Ausencia



Vivo en la silueta del viento
en la palabra seca
en la grieta silenciosa de tus ojos

Vivo en el trueno sordo
en el relámpago ausente
en el tacto nocturno de las olas

Vivo en la órbita perenne
de un planeta oscuro
     entre ciénagas grisáceas

Vivo en los dientes del tiempo
entre los tóxicos vapores
del centro de la tierra

Vivo en la garganta muerta
en la tibieza de mil voces
en el llanto del caimán

Vivo entre la piel embalsamada
de la mortaja oblicua
entre el blando lumen de la historia

Vivo entre la arcana luz de astros fallecidos
en el segundo ajeno
en el instante mismo de las sombras

Monday, August 08, 2016

OSCURO #1



Perdido entre el ardid de un sueño yermo,
creí haber advertido entre la incierta,
difusa oscuridad a mi alma muerta;
pesada como andar de paquidermo

¡Tranquilo! Yo me dije/ solo duermo.
No dejes que tu calma se pervierta.
Y fue entonces/ al verse descubierta,
que pude percibir su rostro enfermo

Y en un perverso enroque de la esencia
de pronto contemplé desde otro lado,
el familiar perfil de mi presencia

que aquel espectro había conquistado.
Y así quedó atrapada mi conciencia,
de un sueño/ del que otro ha despertado

Friday, February 07, 2014

Soneto No 5

Soneto No. 5


El eco de Tus pasos como un ciego
percibo entre la noche que me aterra
más se que me guiarán a firme tierra
sin importar las aguas que navego

Busqué abrirme camino, no lo niego
con este corazón que prueba y erra
más fue Tu gracia mano que se aferra
que forja mi destino a golpe y fuego

Aunque más de una vez he saturado
La cuenta del perdón que sobregiro
Tú nunca te apartaste de mi lado

Ni tuve que buscarte en un retiro
Por gracia y por amor me has otorgado
El aire de Tu aliento que respiro

Thursday, November 04, 2010

La Negrita

Negrita linda.
¡Cómo me gustas!
cuando tus ojos
llenan mi alma
de las mas tiernas
caricias mudas

Negrita hermosa.
Eres perfecta
cuando el augurio
de la mañana
te halla en mis brazos
y así despiertas.

Negrita bella.
Mi luz, mi todo
alma gemela
mi espejo frágil
amante eterna
mi gran tesoro.

Negrita mía.
Nunca me dejes
y si lo haces
deja un revólver
entre mis manos
cuando te alejes.

Tuesday, December 09, 2008

Soneto Del Mejor Amigo

Que gran honor/ en serio te lo digo
no me esperaba este notable gesto
que habiendo tantos aspirando al puesto
me consideres tu mejor amigo

sin embargo/ así/ sin ser cruel contigo
tu amor de amiga lo hallo muy molesto
a ser pañuelo mejor no le apuesto
y lo que aposté me llevo conmigo

en fin / tu con tu premio puedes irte
al mar a la montaña o un establo
perdona / en realidad no quise herirte

de verdad que buscaba otro vocablo
si acaso existe un modo de decirte
de la mejor manera vete al diablo

Friday, December 05, 2008

Arlequín




Arlequín



No se por qué aún llevo conmigo
un grito sofocado en las arterias
esta grave urgencia por tu piel
por tu boca, tu sangre, por tus venas


si no hay sombra que ampare a mi esperanza
ni un haz de lucidez en mi deseo
que transpira las noches en mi almohada
tu silueta, tu contorno, tu cuerpo


soy ahora un nocturno abrevadero
en el que todas mis muertes se sacian
de mis dudas, mis ansias, de mis sueños


y al mirarte me transformo en arlequín
absurdo quién abona a su tristeza
el instante de hacerte sonreir

Tuesday, December 02, 2008

Ayer hablé con tus ojos

Ayer hablé con tus ojos
aprovechando tu ausencia
por cierto que muy solemnes
me hablaban de tu tristeza

que dilema mas terrible
no supe si consolarlos
decir alguna ocurrencia
o simplemente admirarlos

andaban tan elocuentes
que opté por oir callado
hubiera sido aún mas lindo
también tenerte a mi lado

hablamos por tanto tiempo
que hasta me olvide del mundo
sucede que en tu mirada
las horas se hacen segundos

así empecé poco a poco
contagiado de nostalgia
a perderme en ese brillo
a descifrarte en mi alma

y para cuando la tristeza
transmutó en melancolía
una galaxia completa
se refugió en tus pupilas

no pude dormir pensando
pobrecita de la gente
que oscuridad nos espera
cuando esos párpados cierres

Thursday, November 27, 2008

Soneto No. 4

No creas que soy inmune a la promesa
que escrita entre tus labios humedece
la savia de mis sueños que adolece
del tacto de tu carne que me besa

Ni al eco de tu piel cuando confiesa
el enigma que trémulo aparece
traidor en tu mirada y enmudece
tu aliento desteñido en la sorpresa

y aunque el pulcro silencio sea conciente
que no es uno del otro indiferente
será mejor fingir mirando al suelo

que siga en su lugar completo el cielo
tragarme la moral que tanto duele
y tu boca entre sueños me consuele

Thursday, October 09, 2008

Salir Completo

(OAR)

Es tan cómodo dejar que la razón
se pierda vagabunda
en ese par de almendras
que miran y asesinan esperanzas

Es muy fácil instalarse
en la tenue soledad de tus pupilas
que disuelven mis sueños
e iluminan mi jornada

Tampoco es problema abandonarse
en la esquiva claridad de tus ojos
y tragarse el argumento
de un solo golpe

Lo incómodo querida amiga
lo que es difícil, el gran problema
consiste en no perderse, desinstalarse
en no desear este abandono

Con suerte, encontrarse a uno mismo
recoger los pedacitos del alma
remendarla con decencia
y salir completo de la mirada suya.

Tuesday, May 09, 2006

Diario

No creo que sepas
como iluminas mi sendero
al observar tus ojos
abrirse cada mañana

No te imaginas cuanto
aligera mi carga tu silueta
dibujada en mi memoria
de nueve a siete

Tal vez tienes una idea
quizá lo sabes un poco
por que al final del día
tu sonrisa te delata



Wednesday, January 11, 2006

Uno de Bennedetti

HOMBRE PRESO QUE MIRA A SU HIJO


al "viejo" hache


Cuando era como vos me enseñaron los viejos
y también las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quién se le ocurría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas
que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien
en las canchas y en los pastoreos

realmente botija no sabian un corno
pobrecitos creían que libertad
era tan sólo una palabra aguda
que muerte era tan sólo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula

olvidaban poner el acento en el hombre

la culpa no era exactamente de ellos
sino de otros más duros y siniestros
y éstos sí
cómo nos ensartaron
con la limpia república verbal
cómo idealizaron
la vidurria de vacas y estancieros

y cómo nos vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles

uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos

por eso es que no puedo despeinarte el jopo
ni ayudarte con la tabla del nueve
ni acribillarte a pelotazos

vos sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio

y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías

y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre

botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides

por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones

todas estas llagas hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre

pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar

que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos

y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
en qué bar
qué parada
qué casa

y acordarse de vos
de tu carita
lo ayudaba a callar
una cosa es morirse de dolor
y otra cosas morirse de verguenza

por eso ahora
me podés preguntar
y sobre todo
puedo yo responder

uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere

llorá nomás botija
son macanas
que los hombres no lloran
aquí lloramos todos

gritamos berreamos moqueamos chillamos
maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse

llorá
pero no olvides

Monday, November 07, 2005

Entre Papeles

Amaneceres tardíos
me han nacido entre papeles;
se mezclaron con placeres
remordimientos sombríos.

Renacidos despertares
concebidos por tus letras,
olas ávidas e inquietas
naufragando entre tus mares.

Nueva luz de atardecer
resistiendo ante el ocaso
deshojaste entre mis brazos
claras sombras de mujer.

Frágil destello nocturno,
cruel disfraz de mi condena,
ataviada de poemas
e irresistibles murmullos

Vendaval de otoño en calma,
cruce amargo de caminos;
dejo en manos del destino
el veredicto de mi alma.

Amaneceres tardíos
me han nacido entre papeles;
se mezclaron con placeres
remordimientos sombríos.

Thursday, October 06, 2005

Soneto No. 3

¿Por qué cierro los ojos y te veo?
¿Por qué de tu voz el eco se aferra,
taladra mis oídos y me encierra
la celda de tus ojos, como a un reo?

¿Por qué de nuevo emerges cuando creo
haberte al fin vencido en esta guerra?
¿Por qué no dejas de una vez la tierra
que en ocasiones me entrega morfeo?

¡Largo de aquí!, te ordeno... no te ruego
libera mi obsesión que tantas veces
usaste como pieza de tu juego.

Exigen ya mis lágrimas, tus jueces,
consuma tu recuerdo como el fuego,
la pira del olvido que mereces

Friday, September 30, 2005

La verdad desnuda.

-¿Dormiste con ella, verdad?

Sus palabras, en aquel tono suave y pasivo, se clavaron como dagas en mi conciencia; enmudeciéndome por unos instantes que debieron parecerle una eternidad.
Traté de esquivar su mirada, aún paciente como la de una madre que repite de nuevo las obligaciones a sus hijos, pero por la poca vergüenza que aún me quedaba y respeto a los años que vivimos juntos; no lo hice.
Ya no era la jovencita de veinte años que me esperaba en el parque, sin embargo nunca me había parecido mas hermosa que aquella mañana. Imaginé la vida sin ella y una sensación de pánico me invadió.
-Si - Respondí al tiempo que bajé la vista, no podía mentirle.
Ella se acercó y beso mi mejilla con paciencia.
-Por favor. Ponte una camiseta de algodón para dormir, sabes, me cuesta mucho trabajo quitar las pelusitas de la playera de tu uniforme. ¿Esta bién?-
Arrojo mi playera en el cesto de la ropa sucia y salió del baño.

Tuesday, September 20, 2005

Kilómetro 18

Kilómetro 18
Oscar Armando Rascón



La bóveda gris del cielo no tardaba en dar paso a las primeras estrellas de la tarde, mientras un Ford Mustang modelo 2000, pasaba de lado Estación Sueco por la autopista Juárez – Chihuahua. Dentro del auto, Scott Stapp gritaba desde los parlantes “Could you take me higher” y el clima artificial empezaba a dejar de ser agradablemente frío, para cualquier persona normal; pero no para Eduardo Sosa que entusiasta coreaba “to a place with golden streets”; a quien le sobraban motivos para estar entusiasmado aquella tarde.

Había conseguido un contrato para el desarrollo de un ERP, con una importante trasnacional con plantas de producción en, prácticamente, toda la república. Además de recibir un cheque por el 50% del pago total del desarrollo, lo cual aseguraba al menos 3 años mas de nominas y gastos operativos. El resto del pago serían ganancias netas, a excepción de algunos impuestos, claro peroporsupuesto diría su contador.

Aquellos momentos de romántica felicidad fueron saboteados durante algunos minutos por el operador de un autotanque, a quien, aparentemente los dos carriles de la autopista le parecían un poco angostos y había decidido remediar aquel detalle ocupando parcialmente ambos. Eduardo intento rebasarlo en repetidas ocasiones, tocó el claxon, le cambió las luces, todo en vano. Hasta que, ante la milagrosa presencia de una patrulla federal a orillas de la autopista, el operador del autotanque, descubrió que un solo carril era suficiente. Finalmente el Mustang se adelantó.

Mas adelante fue obligado a detenerse por las imperiosas ganas de orinar. Hasta el riñón mas experimentado sucumbe ante la necesidad de echar una firma después de cuatro heladas en lata. Tras encontrar el lugar mas discreto disponible, un tronco que hacía las veces de poste de cerca. Eduardo orinó por una eternidad y algunos minutos. El amable operador del autotanque, no resistió la tentación de sonar la corneta al dejar atrás al Mustang nuevamente.

De regreso al auto, una mujer joven con un niño en brazos le esperaba al lado del copiloto. Extrañado ante la escena, después de un rato logro decir :

-Buenas noches, señora ¿le ocurrió algo a su auto?-. La mujer se limitó a mirarlo fijamente.

-¿Necesita que la lleve al alguna parte?-. Preguntó de nuevo. Esta vez la mujer extendió el brazo en dirección al sur. En un gesto de amabilidad, Eduardo abrió la puerta, esperó a que subieran sus nuevos pasajeros y la cerró de nuevo. Mientras reanudaba su camino, no dejaba de preguntarse de donde provenían aquellos dos.

-¿Vive cerca de aquí?-. Inquirió a la mujer, quien por respuesta lo miró por un instante y luego hizo un gesto de negación con la cabeza.

En vista de lo productivo de aquella conversación, Eduardo optó por cerrar el pico y continuó manejando el resto del viaje en silencio. Para variar, después de algunos kilómetros el concubino de Lola la trailera seguía haciendo de las suyas, y una larga fila de automóviles venía sufriendo las consecuencias de sus travesuras.


-Tomaré la de cuota señora, ¿esta bien?-. La mujer negó con la cabeza de nuevo y apuntó hacia la libre con su mano derecha. Eduardo, supuso que el coche de la mujer se encontraría en algún punto de la carretera libre y tomó dicha desviación. Hacía algunos años que no transitaba por la libre, de manera que no sabía en que condiciones se encontraría el asfalto, con la agravante de la oscuridad y lo poco concurrido que era aquel tramo, decidió tomar sus precauciones y bajar la velocidad. Mientras recorría aquel solitario camino, recordó las veces en que su padre los llevaba hasta aquellos parajes cuando caía una buena nevada, durante su infancia; y las diversas historias acerca del monumento de las siete cabezas, siete chiquillos que habían perdido la vida en aquel tramo carretero. Absorto en sus recuerdos, se olvidó por completo de sus peculiares invitados hasta que advirtió a lo lejos las luces de patrullas y ambulancias justo donde la libre se unía de nuevo con la autopista. Un federal de caminos que dirigía el tráfico ante el accidente le obligó a realizar un alto total, para dejarlo pasar después de un minuto. Fue cuando se percató del autotanque volcado y una vagoneta hecha camote a unos cuantos metros del mismo. Sorprendido, se orilló en el primer espacio disponible.

-Ya regreso, señora- . Dijo a la mujer.

-Dios nos cuide-. Expresó un miembro honorable del grupo de curiosos anónimos.
-Dicen que el trailero venía borracho- Agregó alguien más.
-Se los llevó la ambulancia, pero dicen que la madre y el más pequeño ya iban muertos- Afirmó el curioso #1.

Después de haber escuchado cinco minutos de conjeturas, lamentos y dios-míos, Eduardo se retiró del grupo para dirigirse al auto. Solo que la mujer ya no estaba. Probablemente se desesperó durante mi sesión informativa – pensó-. En fin, ya no estaban lejos de la ciudad y lo más seguro es que hubiera conseguido otro aventón.

Por la mañana, acudió a su cita con el dentista.

–El Dr. Ramírez llegará media hora tarde- le advirtió la simpática recepcionista.

-Esta bien, lo esperaré-. ,

Al cabo de un rato de jugar en su celular y enviar mensajes SMS terminó por aburrirse. Tomó el periódico de la mesa de centro y buscó alguna noticia del accidente de la noche anterior. En realidad no tardó mucho en encontrarlo: “Horrible accidente en la autopista a Cd. Juárez. Alrededor de las 20:00 horas del día de ayer el operador de un autotanque perdió el control del camión causando la muerte de dos personas y dejando gravemente heridas a tres más, a la altura del kilómetro dieciocho muy cerca del entronque de la vía libre. Mas información en la página 11A”. A la derecha de la nota estaba una fotografía de la familia afectada en el accidente, encerrados en un círculo los rostros de las dos personas que fallecieron en el percance. Una mujer joven y un niño de brazos, los mismos que acompañaron a Eduardo en la vía libre.

Thursday, September 08, 2005

Caballo De Troya

Es una bendición que la mayoría de los corporativos no trabajen los sábados y los bancos si. Mejor aún, la banca electrónica no conoce los días de descanso y las páginas de internet no están afiliadas a ningún sindicato. Transferencias electrónicas, pago de servicios, compras en la web, todo al alcance de un click. Además si necesitas estar del otro lado del mundo, no requieres más que tu pasaporte, dieciocho horas de vuelo y listo; ya eres un rostro más en medio de la multitud.

¿Y de que manera beneficia que seas el. encargado de soporte informático?, en realidad no mucho si no tienes acceso al la computadora del contador, pero en caso contrario también ayuda saber html, java y alguna herramienta de base de datos. Ser un hacker de película en realidad no es requisito indispensable. Bastará con que el acceso directo al portal bancario apunte a una buena imitación del mismo en la red local y el corderito contable te estará haciendo el favor de guardarte nombre de usuario, número de cuenta, CLABE y firma electrónica, claro que luego de esto un error aparecerá en su ordenador y llamará a la extensión del encargado de soporte informático ¿Y esa persona es.... taraaan?. Redireccionar el acceso directo será suficiente para que todo vuelva a la normalidad y se acabó el problema, si señor.

Es recomendable que seas de los que no dejen las cosas para el día siguiente y te quedes a trabajar un viernes por la tarde, cuando todos se han marchado. Aquellos datos que mencionamos anteriormente podrían servir para algo. ¿Mencione que algunos bancos abren los sábados? Pero, lo mejor de todo, es que un domingo como hoy, puedes tomar un vuelo con cuatro escalas en diferentes países cada una.

En realidad, espero que esas clases de italiano sirvan de algo.

Monday, September 05, 2005

La Puerta

La Puerta
(Oscar Armando Rascón)


“Extendió el brazo detrás de sí y cerró la puerta con el pestillo. Las luces se hicieron más brillantes.
...tropezó... y cayó en otro mundo.”

Stephen King



El caballo galopó en su dirección, arrancándole pedazos al suelo. Se podía observar en el, la misma determinación que impulsaba a su jinete. El sol de la mañana se desprendía desde la espada, en aleatorio vaivén. A pocos metros de su objetivo el jinete levantó la espada. En los ojos de Esteban, el rostro del soldado y la cara del corcel se intercambiaban en fracciones de segundo. Justo antes del contacto; despertó sobresaltado.

Un exagerado sudor, aún para el calor del mediodía, le recorría las pálidas mejillas y coronaba su frente. El ruido del tráfico murmurando en su ventana, como un vecino molesto, le obligó a levantarse. Cruzó la austeridad de su habitación y se afeitó en silencio.

Había perdido la cuenta de las veces que el mismo sueño le sorprendía haciendo la mona. En ocasiones, como por misericordia divina, llegó a desaparecer por semanas enteras, pero luego, como parásito reincidente, volvía para alimentarse de su paz.

-Cuarenta y tres años son demasiados para un boxeador amateur, mi hermano, aún para un ropero como tú –. Le había dicho Tony Valenzuela, promotor y propietario de la arena local.- No quiero que un día de estos tengamos que sacarte en cuatro, no necesito leyendas muertas en mi arena. Esa es mala publicidad ¿entiendes?-.

Recordaba aquellas palabras, mientras acariciaba la cicatriz de su pómulo izquierdo. Un vivo recuerdo de los años buenos, cuando su vida era una promesa; una apuesta con muchas posibilidades de ganar. Esa tarde, cerveza en mano, se sintió más infeliz que de costumbre; le pesaba la incertidumbre de su destino, su fracaso como deportista y la indiferencia de la buena fortuna. Desesperado rogó al cielo por una segunda oportunidad para rehacer su vida, esta vez sin aficiones estúpidas y ridículos sueños de grandeza. El cielo se limitó a guardar silencio mientras su voz se cortaba entre gemidos y sollozos.

Los faros de un automóvil, iluminaron las franjas amarillas y negras en la barra de seguridad de acceso a la fábrica. Después de verificar la identidad del conductor, Esteban levantó la barra, permitiendo el ingreso del vehículo. Era una noche como cualquier otra, el viento apenas empujaba las ramas de los eucaliptos, la radio repetía la programación de la semana, los ventiladores mantenían su incansable sonido rítmico y el café estaba amargo. Durante el recorrido de las dos, le pareció escuchar un ruido en los sanitarios del personal administrativo, área que generalmente se encontraba sola durante su guardia. Un vistazo bastó para asegurar la zona y continuar. A las cuatro, durante el segundo recorrido creyó escuchar nuevamente algunas voces provenientes de la misma zona. De nuevo el lugar estaba vacío. Fue hasta la cafetería por un sandwich y un refresco y emprendió el camino hacia la caseta seguridad acelerando el paso. En su trayecto, pasó de nuevo por los sanitarios de administración. Esta vez, además de las voces, las luces de los sanitarios parecían estar encendidas por lo que se podía apreciar entra la parte inferior de la puerta y el piso. Definitivamente alguien estaba tratando de tomarle el pelo. Intentó abrir la puerta, pero encontró que estaba asegurada. Mientras trataba de encontrar la llave adecuada para la puerta, la luz aumentó su intensidad, a la vez que el ruido subía de volumen. Al abrir la puerta la puerta la poderosa emanación le obligo a cubrirse los ojos. Al cabo de un rato, no pudo evitar la tentación de echar una segunda mirada, y sorprenderse ante la inofensividad de la luz, a pesar de su intensidad. Maravillado, permaneció contemplándola inmóvil durante varios minutos. Imaginó el momento en que debía cruzar la frontera entre la vida y la muerte, y por un instante creyó estar ante las puertas de la eternidad. Un número indeterminable de voces en diferentes idiomas incluyendo el suyo provenían de la luz. Entonces empezó a disminuir su intensidad al igual que el volumen de las voces. Confundido y temeroso de perderla para siempre, Esteban se aventuró dentro de ella.

Las nubes de polvo impedían la clara visibilidad en el escenario de las hostilidades. Los gritos de muerte se ahogaban entre el choque de los metales y el sonido de los cascos de los caballos castigando la tierra. Cerca, un cuchillo cercenaba un cuello, mas allá un hacha castigaba un hombro. A sus pies, yacía una espada con inscripciones desconocidas. Al levantarla, el peso de esta le resultó de alguna manera familiar, igual que el olor a sangre. Una cabeza rodó hasta el lugar en que estuviera la espada. Todos sus sentidos se encontraban activos y alertas. No puedo estar muerto. – pensó- O tal vez si, y esto es el infierno. Pero no era el infierno, ni estaba soñando. El roce de una lanza en su hombro se encargó abatir esta última teoría. No tuvo que esperar mucho tiempo para encontrar al jinete. Este al descubrirlo, le sonrío al tiempo que dirigía al corcel en pos de Esteban. La escena, como recién rebobinada, empezó a correr por primera vez ante sus ojos. El caballo galopó en su dirección arrancándole pedazos al suelo. Esteban sujetó la espada con ambas manos y le esperó.

Friday, September 02, 2005

El ídolo de barro

Prologuito.
Este relato, es del 2002 no recuerdo la fecha con exactitud. Lo escribí para el taller de literatura del Ichicult, donde fue presentado y tallereado. El argumento "Hombre que sueña que cae y es encontrado muerto", esta basado en las notas de que dejó H.P. Lovecraft, y no es mas que un ejercicio. Enjoy it!

El ídolo de barro

“...¿ Y que de las alusiones del viejo Castro sobre los Primigenios que, nacidos de las estrellas siderales y sumergidos en el fondo de los océanos, esperan la llegada de su reino, mientras sigue activo su ferviente culto y su dominio de los sueños”

H.P. Lovecraft

Mientras el hombre posee conciencia en el plano físico; rara vez, si no es que nunca, admite la posibilidad de que aún existen hechos imposibles de explicar por las ramas de la ciencia. Nunca me consideré supersticioso. Jamás tuve preferencia religiosa alguna. De manera que no le creí al anticuario, sobre el extraño poder de aquel ídolo que me pareció apropiado para el cumpleaños de Abraham. Según el tendero, el poseedor de la pequeña figura; recibía la facultad de viajar por el tiempo mientras durmiera. Claro, siempre y cuando, el dueño tuviese la capacidad de creerlo.

El buen Abraham, tenía una peculiar fascinación por lo paranormal, así que estaba seguro, que mi presente sería bien recibido. Por desgracia mis corazonadas fueron ciertas, y digo por desgracia, por que ahora estoy convencido que fue la descarga de emociones originada por el ídolo, lo que condujo a mi estimado colega a su propia muerte. A menudo, me empezó a compartir colorida y detalladamente algunos de sus viajes durmientes. Al principio me lo tomaba a broma, pero llego a obsesionarse de tal manera con aquel objeto, que empecé a considerar la posibilidad de que mi amigo estuviese perdiendo el juicio. No dejaba de hablar de una ciudad llamada Sarnat, que existió mucho antes de la aparición del hombre. Mencionaba también que la habitaban, unos seres que carecían de cuerpo material y se comunicaban a través de una especie de telepatía, a la que no se podían ocultar los pensamientos. En sus sueños, afirmaba que el mismo era uno de ellos. Esta ciudad y sus edificios poseían una geometría distinta a la que conocemos, las construcciones tenían características imposibles de elaborar con la tecnología actual.

La extraña muerte de Abraham, carente de toda lógica y planteamiento razonable, me orilló a buscar otros métodos, poco ortodoxos, para explicarme el deceso de mi amigo. Quien tuvo la gentileza heredarme los pocos bienes que poseía. Como última alternativa y aconsejado por el anticuario, consulté a un espiritista para comunicarme con el alma del desgraciado Abraham. He aquí transcrito, el fragmento de la sesión, el cual me parece, devela el misterio.

“ Estoy de nuevo entrando en la torre, a mi espalda un sol se esta poniendo, mientras otro emerge desde el sur. Se me acercan dos seres y me piden que los acompañe hasta la parte alta de la torre. Subimos a través de las escaleras en espiral. Se están comunicando entre ellos, no percibo que es lo que dicen, aún no he logrado dominar esta habilidad. Hemos llegado la cima, otros cinco seres mas, nos esperaban. Uno de ellos es un líder, algo les esta ordenando. Ahora se dirige hacia mi, me acusa de espionaje. Siento un cosquilleo en todo el cuerpo. Empiezo a materializarme. Ahora estoy en mi cuerpo humano, ya no los escucho, me están empujando hacia la ventana, ¡Dios mío!, ¡el cristal esta cediendo!, ¡se quiebra... estoy cayendo, estoy cayendo!...”

Por absurdo que parezca, al escuchar estas palabras en boca del medium, empecé comprender la irreal realidad de los hechos. Hace una semana que el cuerpo de mi amigo fue encontrado en su propia habitación, con todos los huesos fracturados y el cráneo hecho añicos. El informe del forense indica que esto solo sería posible si hubiese caído desde una extraordinaria altura.
Dentro de los bienes que me dejó mi amigo, se encuentra aquella maldita figura. Ahora el propietario del ídolo soy yo. Los hechos me han convertido en un creyente. Me inquietan ciertas marcas en mis muñecas y tobillos, marcas como de grilletes, pero mas me inquieta aún, este sueño terrible que tuve anoche. Soñé que me encontraba en alguna prisión de una ciudad desconocida. En el pabellón de los condenados a muerte.

La anciana

Lirol Prólogo.

Este relato lo escribí en el invierno de 1999. El argumento es un poco tonto, o un mucho, depende de su metodología para analizar relatos tontos. En realidad me importa un soberano pepino lo que pienses, ya que mi objetivo era simplemente empezar a escribir, y la historia era lo de menos. Así que no les extrañé encontrar errores sintácticos, incluso ortográficos.

Sobres aquí va.

La anciana de los gatos

Una brisa fresca se paseaba esa noche, y de vez en cuando el sonido de algún motor lograba apagar momentáneamente el canto de los grillos debajo del puente. Carlos y Ramón estaban por terminar el carrujo de marihuana que compartían. Se habían quedado en silencio desde que lo habían encendido, hasta que Ramón expresó con tono de preocupación:

--Mira carnal, la verdad me da mala espina entrar a la casa de la vieja, además no creo que sea tanto lo que podamos sacarle, ¡solo ve la casucha en la que vive!--. Pero a Ramòn todo le daba mala espina, no era la primera vez que tratara de convencer a Carlos de echar marcha atrás antes de cometer un robo.
--Te digo que lo vi con mis propios ojos, la bruja tiene plata. Y además esta sola.— Afirmó Carlos un poco molesto y cansado de explicarlo una vez más.
Doña Soledad, como la conocìan los vecinos, era una anciana de larga y plateada cabellera, que aparentaba andar rondando los noventa años, aunque ninguno de los vecinos sabía su edad con exactitud. Por las tardes, al ponerse el sol, acostumbraba sentarse en una vieja mecedora de madera en el porche de su casa, mirando a los chiquillos jugar, y para las diez de la noche volvía a refugiarse dentro de su casa. Nadie recordaba haberla visto durante el día y rara vez entablaba alguna conversación. Lo único que podía afirmarse era que le agradaban los gatos o viceversa. Los chiquillos del lugar habían perdido el interés por identificar a cada gato que entraba o salía por encima de la puertecilla de madera retorcida y enmohecida que daba al patio de la casa de la vieja. Daba la impresión que los gatos estaban de paso en ese lugar, pués algunos se les veía merodeando por dos o tres días y después se les perdía de vista. Pero así como unos se iban otros llegaban.

Desde una semana atrás, Carlos había estudiado el lugar. Había determinado cuales eran los hogares más vulnerables y la hora indicada para efectuar el atraco. Dos noches antes, había espiado por la ventana ubicada en lo que parecia ser la sala de la casa de la vieja, un par de sillones viejos y desgarrados y un librero componían el mobiliario, pero eso no fue lo que le llamó la anteción a Carlos, lo que había llamado su atención era un cofrecito que la vieja sacó del librero. La habitación estaba apenas iluminada por la tenue luz de una lampara de mesa. Al parecer el cofrecito contenía unas cuantas cartas y algunas fotos a blanco y negro. Pero lo que realmente llamó la atención de Carlos fue la pequeña bolsa de gamuza que se le había caido a la vieja por descuido, al caer la bolsa dejo escapar una parte de su contenido. El brillo que emanó de las monedas de plata causó el efecto de un hechizo en la mente de Carlos. A partir de ese momento sus ojos trabajaron más rápido, observó un pasillo desde la ventana y al final del pasillo alcanzó a ver una parte de lo que debía ser la recamara de la vieja, la bombilla de aquella habitación estaba encendida y esa luz le permitio ver una ventana que daba al patio y lo más importante, la ventana carecía de reja. Observó de nuevo a la vieja para comprobar no haber sido descubierto, pero esta parecía absorbida por su mundo de recuerdos. Por último echó una mirada a la calle sólo para asegurarse de que nadie lo estuviera mirando y se alejó del lugar. Desde la azotea de la casa de la vieja, un grupo de felinos lo observó alejarse.

--Andando— dijo Carlos —Ya es hora—después de aspirar la última bocanada de marihuana.
Ramón se levanto sacudiéndose el trasero de los desgastados 501. Todo aquel asunto le daba mala espina, si señor. --Pero esta será la última-- pensó. Si la vieja en realidad tenía tanta plata como aseguraba Carlos, este sería su último golpe. Cruzaría la frontera hasta llegar a Los Angeles con su hermana mayor y buscaría algun empleo fregando pisos o lavando trastos, lo importante era dejar todo aquello y empezar de nuevo. La idea de caer en la grande* no le agradaba en lo absoluto, los rumores que había escuchado acerca de la manera en que estrenan a los reclusos mas jóvenes le estremecía. Sus 19 años ya eran suficientes para cumplir una condena en la penitenciaría del estado.

Carlos se levanto también y se sacudió de un rapido movimiento un aracnido que empezaba a trepar por sus botas de seguridad industrial. Palpó la 22 en la bolsillo interior de la chaqueta de piel y le paso a Ramón un tubo de acero de aproximandamente medio metro de largo. Ramón lo metió debajo de su chaqueta y subio el cierre de esta hasta el tope. Subieron una pequeña cuesta hasta llegar al puente y empezaron a caminar rumbo a la casa de la vieja.

Carlos Aguilar era un adicto de veintidos años de edad. Era el tercero de cinco hijos de una familia que habitaba en las periferias de la ciudad. Lo habían botado de la escuela secundaria cuando cursaba el segundo grado. Su madre hizo un circo cuando este se negó a continuar la secundaria en otra escuela. De alguna manera el padre de Carlos sabía que el chico tarde o temprano terminaría abandonando los estudios, y a pesar de las protestas de su madre Carlos Aguilar empezó a ganarse la vida como jornalero con un amigo de su padre que se dedicaba a la construcción. La sensación de independencia le agradaba. Le agradaba pasar los fines de semana con sus compañeros de trabajo, la mayoría de ellos pasaba los 18. Ellos mismos lo ayudaban a entrar de trampa en los bares. Su padre sufrió un paro cardiaco y falleció un poco después de que Carlos cumpliera los 18. A partir de aquel incidente empezó a combinar las cervezas con la marihuana y más tarde probó la cocaína. Finalmente estas adicciones y el nulo afecto que sentía por cualquier especie de trabajo lo condujeron a robar para conseguir lo que su cuerpo le exigía cada vez con mas ansiedad.

El vecindario estaba completamente vacío. Eran las tres de la madrugada con doce cuando Carlos consultó su reloj, en ese momento la casa de la vieja quedó al alcance de su vista. A lo lejos se escuchaba el lejano ladrido de un perro. Avanzarón cincuenta metros mas hasta llegar a la puerta que daba al patio de la casa de la vieja. Con la agilidad de un atleta olímpico Carlos brincó la puerta, Ramón lo siguió en una perfecta imitación del movimiento. El aterrizaje al otro lado fue silencioso, apoyando primero las puntas de los pies y bajando los talones inmediatamente. El sonido que hicieron al caer era semejante al de una pelota de tenis que se deja caer sobre la arcilla, atraída unicamente por la fuerza de gravedad. Se encontraban en un pasillo de aproximadamente tres metros de largo. Al fondo del patio pudieron observar, tres repisas de madera, como las que se utilizan en las tiendas de abarrotes, pero esta mercancía los observaba con sus ojos brillantes. Algunos de los felinos abandonaron la repisa y se alejaron de la casa, trepando por los tejados. Los que se quedaron simplemente los miraban sin intentar movimiento alguno. Caminaron hasta llegar a la ventana. No podían perder tiempo, habían estimado que tardarían entre cinco y siete minutos después de quebrar la ventana, diez minutos a lo más, si es que la vieja mostraba una resistencia significativa. El tiempo serìa suficiente aun cuando algun vecino entrometido decidiera ponerse los calzones y llamar a la poli.

Ramón golpeó la ventana sin reja del patio con el tubo, el cristal cedió facilmente, talló el tubo contra la parte inferior de la ventana varias veces para eliminar los residuos de cristal que pudieran dañar las manos y se introdujeron por el orificio de la ventana.
--¡Maldición!— dijó Carlos en voz baja, pero preocupado.
Se suponía que la vieja estarìa acostada en la habitación para ser atada y amordazada. Pero la vieja simplemente no estaba ahì. Carlos pensó que podría estar esperándolos en la oscuridad cun un cuchillo en la mano o hasta con la plancha lista para golpearlos en la cabeza.

Aquella situación alteraba los planes. Habían planeado que Ramón vigilara a la anciana mientras Carlos sacaba el botín. Carlos extrajó la 22 de su chaqueta y se la pasó a Ramón, este sin pensarlo la tomó y salieron juntos al pasillo. Ramón apuntó en una dirección y luego en la otra, pero no pudo percibir nada en la oscuridad. Avanzaron hasta la sala lentamente. Ramón no dejaba de volter a un lado y luego a otro, empuñando la 22. Carlos abrió el cajón de la izquierda del librero y sacó el cofrecillo. Lo abrió para asegurarse de que las monedas estuvieran dentro, sostuvo la pequeña bolsa de gamuza en su mano y la agitó levemente. Pudo escuchar el sonido que producía la fricción de las monedas. Ramón escuchó también el sonido y apenas empezaba a abrir la boca para hacer un comentario cuando sintió un aliento frío en su cara, como si alguien con la boca llena de hielo molido le hubiera soplado en la nariz y enseguida una pesada mano le abofeteó el rostro. El impacto fue tal que lo arrojo hasta un rincón de la sala. Su cabeza golpeó la pared con fuerza, produciendo un sonido seco, como el que produce una pelota de beisbol rebotando en un muro, pero antes del golpe ya Ramón estaba inconciente. Cayó en el piso justo en medio de los sillones. La 22 cayó limpiamente en un sillón sin ser disparada.

--Mordiste el anzuelo chico—Dijo una voz grave, a Carlos le recordó los comerciales de Marlboro, aquellos que le invitaban al lugar donde esta el sabor.—Como ratón mordiendo el queso de la trampa, así de fácil—El dueño de la voz se sentó tranquilamente en uno de los sillones, en el mismo que había caído la 22.

--No se por que escogiste este vecindario, y la verdad tampoco me interesa. Pero supuse que no andabas buscando a tu hermanita extraviada, ¿Cierto?. Unas cuantas monedas de plata serían suficientes. Conozco a los de tu clase chico y creeme que no han evolucionado en lo absoluto a través de los siglos, ustedes no encajan en la teoría de Darwin. Se sienten tan listos que no se dan cuenta que su propia ambición los traiciona—.
La voz hizo una pausa. La luz de la lámpara de mesa se encendió repentinamente. Carlos pudo mirar su rostro, con profundo terror pudo constatar que era el rostro de la vieja, y no podía creer que esa voz cargada de muerte saliera de su boca y mucho menos que tuviera la fuerza para lanzar a Ramón cual muñeco de trapo se tratara.
–La verdad, la sangre de los gatos ya me empieza a fastidiar, y ver a los mocosos jugando en la calle me estaba produciendo ideas locas. Pero, gracias a ti chico, ninguno de mis vecinos tendrá que preocuparse por sus chiquillos, al menos por un tiempo. Supongo que de saberlo, te estarían agradecidos, ¿No lo crees?—.
La anciana emitió una risita grave, a Carlos le recordó a Linda Blair en el Exorcista. Los ojos de Carlos se posaron por un instante en la 22, luego miraron de nuevo a la vieja.
--Quieres esto ¿verdad?—La vieja lo miró como si hubiera descubierto algo gracioso en Carlos y sonrió como queriendo contener una carcajada, acto seguido la vieja le lanzó la pequeña 22 a Carlos, este la atrapó en el aire.
Sin pensarlo dos veces Carlos jaló el gatillo de la 22. Las cuatro balas acertaron. Entonces pudo ver el cambio en el rostro de la vieja. Las arrugas empezaron a desaparecer en el rostro y el color de su tez se volvió pálido, casi amarillo. Los ojos cambiaron del café oscuro al rojo, inyectados de sangre. Una espantosa mueca en la cara del ser, semejante a una sonrisa, le permitió observar los colmillos largos y afilados listos para morder.
Los colmillos fue lo último que Carlos pudo mirar antes de dejar este mundo. Sintió un extraño calor en el cuello antes de percibir que el alma se le escapaba. La policìa llego media hora después, atraída por los disparos, solo encontraron el cuerpo de Carlos y junto a el la 22, dentro de los bolsillos de su chaqueta encontraron una bolsa de gamuza con monedas de plata. Nunca encontraron a Doña Soledad, al cabo de unos meses los vecinos terminaron olvidándose de la vieja. Los gatos fueron desapareciendo uno a uno, solo que esta vez los relevos nunca llegaron.
Aquella noche nadie vió la sombra que cruzó el cielo a excepción de los gatos, aquella sombra que cargaba un cuerpo.
Ramón nunca cruzó la fontera, pero ya no tuvo que preocuparse por caer en la grande jamás. Por fin Ramón pudo dejar aquella vida, lamentablemente nunca empezó una nueva.

Thursday, August 18, 2005

Are you happy?

Lyrics and Music by Mudvayne.

Adaptación: El Oscarin.

En este agujero
El cual soy yo
Los muertos ruedan encima
En este agujero
Espesándose
Hombros excesivamente sucios traspalados

La siento en mí
Tan abrumado
Oh, esta presión creciente sobre mi
Mi vida se ha volcado
Injusta desesperación
Todas estas cicatrices permanecen rasgadas y abiertas

Arráncame la piel
Rásgáme la corteza
¿Eres feliz ahora?

Saca la carne carne de mis huesos
Arráncame de mi
¿Te hace esto feliz ahora?

En este agujero
El cual soy yo
Una vida que apenas crece
En este agujero
Tan limitante
El sol se ha puesto; todo obscurece

Enterrado debajo
Las manos se deslizan de la rueda
Interna ruta hacia la contención

Arráncame la piel
Rásgame la corteza
¿Eres feliz ahora?

Saca la carne carne de mis huesos
Arráncame de mi
¿Te hace esto feliz ahora?

En este agujero
El cual soy yo
Abandonado con el corazón exhausto
¿Que puedo entregar?
¿Que podrá liberarme?
Si solo me subes para bajarme de nuevo

Arráncame la piel
Rásgame la corteza
¿Eres feliz ahora?

Saca la carne carne de mis huesos
Arráncame de mi
¿Te hace esto feliz ahora?

Ahora que estoy perdido y no me queda nada.

Saturday, May 28, 2005

Soneto No. 1

Como hábil tejedor la lluvia alcanza
cual artesano en diestro movimiento
con precisión aguda este momento
en que escribo entregado a mi añoranza

Pretende que me vista de esperanza
sacarme de este lapso de tormento
olvide el suave ritmo de tu acento
y cambie el tinte gris de mi semblanza

En vano es que se empeña, que se afana
en virar mi atención a su escenario
y hacerse de mi mente soberana.

Claro es que no conoce a su adversario
un ángel estival de piel temprana
objeto de mi arrobo y mi calvario.

Thursday, May 26, 2005

Esperanza

Hay días que mi esperanza
solo es un ave
en el horizonte
una enferma nubecilla
que ni siquiera
molesta al sol

Tambien
algunas noches
es un trozo impalpable
de oscuridad
helada y frágil
que intenta acariciar
mis huesos.

Pero esta noche
frente a tus ojos
es un mar que humedece
la conciencia
que refresca y suaviza
las arenas
de mi paz.

Thursday, December 30, 2004

Tiempo

A esta hora de la vida
cuando consumo
mi ración de minutos libres
cucharaditas de soledad
puntuales como aeropuerto
quisiera tanto
extrañarte anhelarte desearte
con aquella humilde nostalgia
de un ilegal en las vegas.

A esta hora en que el horizonte
ha devorado medio sol
y el silencio emerge
como un barco viejo
tranquilo y paciente
quisera al menos
extrañarte anhelarte desearte
como un chiquillo que extraña
la escuela en verano.

En esta hora de estigmas
cuando llevo en mi espalda
el egoismo del mundo
como un mesías voluntario
comprando conciencias
lo siento, no puedo
extrañarte anhelarte desearte
temo que grite el reloj
y quede yo melancólico
y hambriento.